Bienes inmuebles, muebles e inmateriales declarados Bien de Interés Cultural, Catalogado, Inventariado y Monumento de Interés Local por el Gobierno de Aragón y los ayuntamientos
A los pies, en el lado de la epístola, del templo parroquial, obra gótica reformada en el siglo XVII, hallamos la esbelta torre campanario.
Presenta dos claras etapas constructivas. Durante la primera, de época gótica, posiblemente datable en el siglo XV, se levantó el cuerpo inferior, de planta rectangular, en buena piedra sillar; ya en el siglo XVII, entre los años de 1609-1611 se construyó, en ladrillo, el cuerpo superior de la misma usando el estilo y lenguaje mudéjar.
Este cuerpo superior mudéjar, que se alza sobre la fábrica de la iglesia, es de planta ochavada e interior hueco -siguiendo la estructura de las torres tardías. Al exterior presenta dos pisos y remate de poca altura separados por entablamentos. La torre presenta contrafuertes de ángulo.
El piso inferior de este segundo cuerpo muestra todos sus huecos ciegos y división en tres zonas; en la baja se disponen óculos, en la central arcos de medio punto doblados, y en la alta, dos fajas ornamentales de bandas verticales con sus extremos matados y de arquillos. El piso superior se articula asimismo en tres partes, reservando la primera para unos medallones con bustos esculpidos de yeso (semejantes a los de la Lonja de Zaragoza) la segunda para abrir los vanos en arco de medio punto doblado que albergan el cuerpo de campanas y la tercera para situar una galería de arcos, de medio punto, dos por cada lado de la torre. Como culminación, se dispone un remate octogonal de escasa altura, horadado por óculos. Lo más interesante de esta torre es, quizá, su sistema decorativo en el que se conjugan los elementos mudéjares tradicionales, como esquinillas, cruces de múltiples brazos formando rombos que albergan cruces internas, lacerías o arquillos, con otros que responden a una tímida renovación del vocabulario decorativo mudéjar con motivos como líneas verticales en ladrillo resaltado con los extremos matados, medallones con bustos esculpidos.
A juicio del historiador Gonzalo Borrás, la decoración de esta torre enlaza con la mejor tradición de la escuela de Calatayud, e incluso, llega a crear una nueva y tardía escuela, seguida por las torres de Navarrete del Río y Peralejos de Alfambra.